lunes, 5 de diciembre de 2011

UN MÉTODO PELIGROSO (Tratado de las pasiones del alma (y del puro de Freud))



Título original: A dangerous method. 
Dirección: David Cronenberg
Año: 2011. 
Duración: 99 min. 
Interpretación: Keira Knightley (Sabina Spielrein), Viggo Mortensen(Sigmund Freud), Michael Fassbender (Carl Gustav Jung), Vincent Cassel(Otto Gross), Sarah Gadon (Emma Jung). 
Guión: Christopher Hampton; basado en la novela “A most dangerous method” de John Kerr y la obra de teatro “The talking cure” de Christopher Hampton.

  Cuenta una famosa anécdota que un día un hombre se acercó a Freud, agarrado a su sempiterno puro, para preguntarle con sorna acerca de la desmesurada querencia que tenía por los puros y si él, padre del psicoanálisis, no consideraba que esto fuera quizá reflejo de una homosexualidad subyacente,tomando el puro como evidente símbolo fálico. Freud se sacó el puro de la boca, lo sostuvo en su manos mientras lo observaba y contestó: "A veces, un puro es sólo un puro". Y siguió fumando. 

  Dejando de lado la cuestión si Freud era más benévolo a la hora de diagnosticarse a sí mismo que a los demás o si tuvo un arrebato de sinceridad acerca de teoría basada (simplicando mucho) en sacarnos traumas de cariz sexual a todos, lo cierto es que la influencia del psicoanálisis en la civilización occidental es crucial e innegable, empezando por la sobreutilización de términos como "subconsciente" o "inconsciente" que él popularizó. Tanto la literatura como el cine como otras vertientes artístcas le deben mucho, aunque sus teorías hayan sido objeto de discusión desde su inicio. Algo que según Cronenberg él aceptaba al considerarse tan sólo el descubridor de algo más grande: "Soy como Colón, que puso el pie en la orilla de un continente desconocido sabiendo que no lo conocería por completo. Viajo a ciegas, pero lo que es cierto es que ese continente existe". Parafraseo un frase del magnífico y denso guión del film que Freud dirige al que habría de ser su mentor Carl Gustav Jung. La película trata de la turbulenta relación entre estas dos mentes preclaras de su tiempo y su particular relación, de índole académico-amoroso-sexual-sadomasoquista en el caso de Jung) con la que fue, probablemente la primera mujer psicoanalista de la Historia, Sabina Spielrein, desconocida su vital influencia en el psicoanálisis hasta no hace mucho tiempo y protagonista de su propio biopic, el film italiano de temática similar e injusta repercusión titulado Prendimi l'anima.

  A este trío se añade Otto Gross (un pequeño pero jugoso papel interpretado por Vincent Cassel con un apabullante magnetismo animal), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. Esta exploración de la sensualidad, de la ambición y del engaño llega a su momento cumbre cuando Jung, Freud y Sabina se reúnen antes de separarse definitivamente y acabar cambiando la dirección del pensamiento moderno.

  Al contrario que el puro de Freud, la película es mucho más que la relación amorosa entre Jung y Spielrein, es la recreación de una época que habría de alumbrar los rincones más ocultos de la psique humana ante la amenaza de los totalitarismos y las guerras que habrían de venir. Es, así mismo, y parafraseando de nuevo, pero esta vez el título de una novela de Lobo Antunes y un famoso ensayo de Descartes, un tratado de las pasiones del alma. En efecto, todos los personajes, a excepción de Gross (una especie de proto hippy)reprimen sus sentimientos e instintos envolviéndolos en una educación y modales refinados y fríos. El gran mérito del director es hacer al espectador partícipe de estas pasiones soterradas pero cuya fuerza inunda cada fotograma de este sobrio y exigente drama de época magníficamente ambientado, que requiere de un visionado atento y activo. No parece una película de Cronenberg pero en ella está todo su universo.

  Destacar por último el buen hacer de todo el reparto, sobresaliente Viggo Mortensen como un Freud a un puro pegado, entre el mesianismo y el dolor de ver su legado y a su ahijado intelecutal alejarse de él en la peor representación del complejo de Edipo que podría imaginarse encarnado en la figura del últimamente omnipresente (y que así sea por muchos años) Michael Fassbender bajo cuya serena apariencia y minimos gestos se aprecia un caudal de emociones tanto sexuales como intelectuales y Keira Knightley haciendo uno de los mejores papeles de su carrera, de esos que tanto gustan en las entregas de premios, pasando del histerismo cuidadosamente trabajado pero quizá rayano en la sobreactuación (la imagen de su mandíbula inferior queriendo salir de su cuerpo es una  de las imágenes más impactantes del año) hasta el sobrio atractivo que demuestra conforme avanza el metraje. Injusto sería no acordarse de Sarah Gadon en un pequeño pero interesante papel como la esposa de Jung.




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